miércoles, 1 de marzo de 2017

LA FELICIDAD, UN ACTO CREATIVO



Todos buscamos la felicidad, sin embargo, nos hemos acostumbrado a creer que la felicidad es algo que ocurrirá: un encuentro amoroso, un gran viaje, la realización de un anhelo, una caricia de la buena fortuna, etc. Esos momentos placenteros son un acervo más en el inventario de nuestras experiencias, pero no son la felicidad. Si te has mirado al espejo y te gusta lo que ves tienes un momento placentero, pero nadie ha sido feliz por ser bello; si obtuviste el título que buscabas fue un momento muy agradable, pero nadie ha sido feliz por tener un título; has sido feliz cuando viviste a consciencia tu primer baño en el mar, cuando un abrazo de un ser querido dotó de significado aquel trozo de tu vida, etc.
La felicidad es una actitud espiritual, que requiere conocimiento de uno mismo, conocimiento de los otros y de lo que está afuera, asentimiento a esa realidad, perseverancia y esmero en nuestras acciones, y sobre todo PRESENCIA.
Hay personas que nacieron con una sabiduría innata y que prácticamente sin estudios ni cursos de desarrollo humano han conseguido ASENTIR A LO QUE ES, se han entrenado en la amabilidad, y sin proponérselo han sabido orquestar y crear un escenario interno en donde todas sus vivencias tienen un significado profundo, una consonancia con el ser, saben revitalizar ese escenario de manera sosegada y en paz. Pienso en mi abuelo arando su tierra y en mi amiga Lilia mientras cuidaba a su madre tetrapléjica durante 50 años, o promovía un centro de salud para su comunidad, o cuando organizaba a los campesinos para construir una escuela, o en mi madre cuidando sus plantas a pesar de sus dificultades.
La felicidad no es algo que tenga reservado el destino para sorprendernos, la felicidad es un acto creativo, es habitar el escenario interno de nuestra consciencia, porque es allí donde radica la realidad, es en nuestro interior mediante nuestros pensamientos, nuestras creencias y nuestros valores donde vivimos y dotamos de significado todo lo que vamos viviendo, es allí donde sufrimos y somos felices, allí es donde marcamos la calidad de nuestra existencia.
Los que no tenemos sabiduría innata debemos conocernos, conocer a los demás para poder relacionarnos mejor, pues un buen parámetro de la felicidad es la calidad en las relaciones que tenemos. Conociéndonos, quizás nos sorprendamos que somos más felices de lo que pensamos, asintiendo a la realidad sabremos que la felicidad ha estado siempre allí, que solo hacía falta que estuviéramos despiertos para darnos cuenta.

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