Me levanté del diván modulando mis movimientos con una
parsimonia inusitada, le dejé los 100 pesos en la mesa, le di la mano, le dije
“muchas gracias, creo que ya no volveré”. Me despedía de nueve años de psicoanálisis.
Se terminaba el año dos mil y el psicoanalista me había
pedido que le hiciera un recuento de las cosas trascendentes que había hecho en
ese año, me quedé 20 minutos en silencio, le dije: “creo que no he hecho nada
importante”.
Conducía mi coche con una desconocida tranquilidad, la
lluvia rodaba por los cristales y unas tímidas lágrimas desafiaban la gravedad
y me besaban. Quizás lo que necesitaba era más tiempo y más silencio, pero ya
sabemos –por boca de Woody Allen- que Edipo transformó las horas en 50 minutos
de 100 dólares, en mi caso, 50 minutos de 100 pesos. Pues después de un buen
rato de tener mi coche aparcado, con la lluvia como testigo y teniendo a Chopin
como música de fondo, me di cuenta que en ese año, leí todo lo que se había
publicado de cuatro escritores que se han convertido en guías para vivir: Gore
Vidal, Susan Sontag, Margerite Yourcenar y Paul Auster.
La primera obra que leí de Auster fue: “La invención de la
soledad”, fue empezar el libro y no detenerme hasta el final, me pareció una
obra honesta, un tributo a la paternidad, pues lo empezó a escribir justo el
día que murió su padre.
En esa época, ni siquiera sabía dela existencia del otro
pilar de la literatura Norteamericana actual: Philip Roth, el eterno aspirante
al Nobel (me consuela saber que a Borges tampoco se lo dieron, tampoco a
Fuentes). He ido leyendo poco a poco su obra. Estoy ansioso de empezar “La
conjura contra América”. PATRIMONIO ha
marcado mi vida, un relato verdadero sobre los últimos días de su padre. Me ha
conmovido profundamente, creo que podría adoptar ese libro como testamento
vital.
Al terminarlo he renovado mi confianza en mi manera de
vivir.
Si un día estuviera en un momento difícil, ya sea por
enfermo, por triste o por víctima del azar; que no me falten palabras: escritas
por otros, tejidas por mi... da igual, son las palabras las que me han ayudado
a disfrutar (y a veces soportar) el misterio de vivir.
Gracias Philip Roth por tus palabras y enhorabuena por el "Príncipe de Asturias".
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