Hace días comía en casa de los Rubio y aprendí una nueva palabra catalana “Faristol” (atril) y justo recordaba que Phillip Roth escribe de pie cada mañana delante de un atril.
A veces tengo el sueño de tener una casita (con todo y que mi idiosincrasia es urbana total) en medio del bosque para escribir de pie y con un atril por testigo.
Muchas cosas he aprendido en la casa de los Rubio: probar buenos vinos, hacer una inmersión en la cultura catalana, comprobar que el pueblo catalán es abierto, solidario y lúdico.
Los señores Rubio han sido una especia de segundos padres para mi en Cataluña y les estoy agradecido.
Si un día escribo en serio –quiero decir profesionalmente- lo haré en un atril y siempre me acordaré del sentido reverencial que tienen estos señores por la cultura de todos los pueblos, he conocido alimentos de todos sitios en su casa, he escuchado canciones vascas y mexicanas; los he visto bailar sevillanas, he comido pato al estilo francés y por supuesto he aprendido a valorar y amar la cocina catalana.
Los señores Rubio son una escuela viviente.
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