Rilke
dice –en una de las cartas a un joven poeta- que el sentimiento
artístico está increíblemente próximo a lo sexual, a su dolor y placer.
Podríamos decir que no solo el sentimiento artístico, también la
actividad política, la búsqueda religiosa y existencial, etc. La regencia de lo sexual en la vida humana personal y relacional es innegable, pero maticemos un poco.
Las
actividades sexuales -a lo largo de la historia- son consecuencia de
decisiones políticas y religiosas. Toda actividad sexual, intelectual o
recreativa que pueda disminuir la cantidad de carbón extraída, la
cantidad de comida basura fabricada, la cantidad de ropa de “usar y
tirar” (v.g. zara company), o el número de pirámides construidas, será
proscrita por leyes que a su vez están basadas en revelaciones hechas
por el dios de moda.
Es
dolorosa esa tradición religiosa al servicio de un orden político
donde el hombre es el eterno amo de la mujer y donde siempre habrá
enemigos “diferentes” para perseguir, llámense estos negros,
homosexuales, moros, sudacas, etc.
El
nuevo testamento, aún siendo menos sexual que el antiguo, sigue siendo
represor, a pesar de pequeñas bromas, por ejemplo aquella mediante la
cual Jesús dice que las prostitutas tienen tantas posibilidades de ir
al cielo como los empleados de hacienda. Pero no dijo nada Jesús acerca
de los homosexuales (vaya neologismo por otro lado), los derechos de
la mujer y los trabajadores, nada... a San Pablo lo dejamos aparcado
porque cuando habla asistimos al discurso de una persona con todos los
síntomas de migraña, no nos podemos fiar...
Digamos
pues, que los gobernantes y los grupos de poder siempre han sido
conscientes de la fuerza poderosa del sexo, y la han utilizado a su
favor. Y si bien es cierto que la izquierda te controla la billetera
más que la bragueta (de eso se encarga la derecha) ambos procurarán mantener un estado de “culpa”, porque unos ciudadanos “culposos” son fáciles de controlar.
¿Cuál
es la realidad? Que el porcentaje de la población que está
profundamente entusiasmada con tener relaciones con el sexo opuesto no
es mucho mayor que el de la población dedicada exclusivamente a tener
relaciones con los de su mismo sexo, cerca de un quince por ciento en
cada caso, el setenta por ciento restante hace un poco de todo o nada. Dejo para otro momento, las dolorosas estrategias usadas por los interesados en el sexo para conseguirlo.
¿Y que pasa con la energía sexual no utilizada por ese 70 por ciento y ese 30 porciento cuando no busca sexo? Se queda disipada en actividades tan estúpidas
como el facebook, el candy crush y las “rebajas”.
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