Ricardo Linares
dice que el terapeuta –y yo diría que cualquier médico- debería ser un tanto
postmoderno, escéptico frente a la contundencia de realidades objetivas, y muy
proclive a invertir en las sutilezas del lenguaje.
En mi trabajo me
encuentro con mucha frecuencia a personas sin "historia", solo con
pasado, me gusta ayudar a que esas personas se enzarcen en un proceso de
construir su propia historia.
Todo mundo tiene
un relato, a los terapeutas y a muchos médicos nos toca escuchar los relatos en
los que las cosas no han salido como se esperaba, es decir los relatos
difíciles. Es nuestro trabajo ayudar a re-escribir ese relato de manera
esperanzadora, pero realista; constructivo pero sin chabacanerías y sobre todo
dotado de sentido.
Nos pasamos media
vida ayudando al niño supersticioso a asentir a la realidad tal como es para
que cuando sea un adulto descubra la verdadera magia; es un trabajo como es la
vida misma, que no es fácil pero siempre es fascinante.
Venía en mi moto
pensando esto, mientras observaba que unas hojas caían tímidamente bajo una luz
casi poética.
Ha sido
inevitable no admirarse por la luz que acariciaba esta otoñal ciudad.
Y me he alegrado muchísimo saber que mi madre se llama Luz.
Y me he alegrado muchísimo saber que mi madre se llama Luz.
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