Hay un trozo de la
calle diputación de Barcelona que en una acera tiene a la Universidad y del otro
lado al Seminario: una calle que une a la ciencia y a la Fe. Ese trozo de calle
tiene además –como muchas otras calles- árboles plataneros, una reivindicación
de la vida emergiendo del asfalto.
Las hojas de esos
árboles filtran los aires de la Fe y los aires de la ciencia, y se sienten
cómodos con ambos, Agustín de Hipona estaría orgulloso de ellos, han hecho caso
de su mandato: Entiende para que creas; cree, para que entiendas. ("Intellige ut credas, crede
ut intelligas").
De manera análoga,
caminar consciente y tranquilamente bajo la sombra de esos árboles, me sirve
muchas veces para vivir una meditación peripatética y urbana.
La elaboración creativa
y consciente del acto de meditar es un paso previo para estar simplemente
“presente” con el todo y con lo que se tiene enfrente; creo que la “iluminación”
en el fondo es el despertar a la vida cotidiana.
También creo que caminar de manera consciente, además de ser un placer puede ser un acto de meditación.
Cuando camino conscientemente, a veces llego a la conclusión que las mejores vacaciones están en tus movimientos.
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