Susan
Sontag, escribió hace ya 30 años una obra que es considerada fundamental
–y para algunos la mejor- sobre fotografía. Interesante, pues Susan
Sontag no es fotógrafa, cierto es que fue pareja desde los 80 de la
reconocida fotógrafa Annie Leibovitz. Es la premisa básica para mis
posteriores reflexiones sobre la fotografía.
Según
Susan Sontag –en su artículo “la Estética del silencio”, cada época
debe reinventar para si misma el proyecto de espiritualidad, es decir
ideas, terminología, normas de conducta, actividades, etc encaminadas a
resolver las dolorosas contradicciones estructurales inherentes a la
situación humana.
Hace
tiempo que el arte es parte esencial de la espiritualidad moderna la
pregunta resultante es cuestionarse si el arte puede no solamente
ejercer de vehículo espiritual para ese misterio que llamamos ser
humano, sino además una herramienta para aliviarle del sufrimiento.
Nosotros
hoy podemos alegrarnos del arte de la fotografía ¡Amamos la
fotografía!, es una de las mejores defensas contra el inexorable paso
del tiempo, es una metáfora de nuestro fatalismo de persistencia.
Nuestras
fotografías hablan del escenario que hemos elegido para eternizar
nuestra realidad, o quizás uno de los vehículos para dialogar con lo
perenne. Es asimismo, la constatación de que hay una salida a la
caverna platónica y su mundo de sombras.
Delante
de una cámara sonreímos, evidenciamos nuestra seriedad, a veces
nuestra excentricidad; pero sobre todo descubrimos muchas veces un
atisbo del soplo vital que llevamos dentro.
Mediante
la fotografía vamos conociendo poco a poco nuestra peculiar relación
con la luz, pues es un milagro que un fenómeno físico que en el fondo
son infinitas combinaciones de luz emancipen de nuestro interior
emociones y sensaciones.
Con la fotografía le vamos robando su intimidad al mundo... y también a las personas.
Existe
una frase del pueblo mexicano que reza: “El retrato es pa’ tus ojos,
el original pa’ ti”. Ateniéndonos a la semántica mediante la cual las
imágenes son un intento de captar la eternidad, y los ojos el espejo
del alma, podríamos decir que la imagen pertenece al mundo arquetípico
de lo eterno, y al mismo tiempo un placer para nuestra vista.
viernes, 19 de agosto de 2016
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