Nos
han enseñado que morirse es una derrota. Y no lo es. No ayuda mucho el
lenguaje de los médicos cuando dicen "luchó hasta el final" como si la
enfermedad fuera una especie de prueba. Y no lo es. La enfermedad es el
acómodo biológico que vamos teniendo todos mientras vamos viviendo... y en algún
momento nuestros recursos ya no serán suficientes para esta vida que
podemos ver... y entonces pasamos a otra
realidad de la que no sabemos nada. Pero intuimos por una cuestión de física (Sólo hace falta leer a Lisa Randall sobre cómo los físicos han llegado a demostrar matemáticamente más dimensiones de las que somos capaces de percibir), que esa otra vida es
otro aspecto de la realidad. Requiere un matiz especial aquellos que no han muerto de manera "natural", que han sido asesinados, muertos en accidentes, etc. pero aún en esos casos la sutileza de la disertación físico filosófica de las realidades múltiples se puede aplicar.
Las ofrendas a los muertos es una tradición
bellísima de México que nos sirve para rendir homenaje a los que ya han
marchado y manifestarles que aún están presentes en nuestro corazón, pero también
es una reflexión sobre la rueda de la vida, es un ejercicio de
desapego, la certeza de que vamos a pasar a otra realidad en algún
momento, nos permite disfrutar esto que ahora vemos, y no interpretar lo
que no vemos como una derrota.
Con todo mi cariño para la gente que ahora vive en mi corazón y que no les puedo ver.
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