
En la habitación del hospital Saint Michel no hay espacio para todo el saber que ha prodigado a la humanidad: sociología, psiquiatría, política, economía, sexualidad, etc. allí solo quedan un abdomen con una musculatura marcada, un cuerpo esbelto que se mueve con dificultad presa de un cansancio difícil de combatir y una mente que sobrevive a la catástrofe personal, al SIDA, enfermedad a la que Susan Sontag, la entendería posteriormente como una metáfora.
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