Sísifo, engañó a Tánatos, la
muerte, le puso unos grilletes y nadie murió en la tierra hasta que Ares liberó
a Tánatos, Sísifo fue castigado a empujar una roca en una montaña, un poco
antes de llegar a la cima, la roca vuelve a rodar hacia abajo, repitiéndose una
y otra vez el frustrante y absurdo proceso. Pero como Sísifo fue un hombre de
recursos, antes de morir, dijo a su mujer que no ofreciera el sacrificio
habitual a los muertos, de esta manera, cuando ya estaba en el lugar de los
muertos, convenció a Hades que le permitiese volver al mundo superior para
castigar a su mujer, de esta manera pudo volver a la tierra y morir de manera
natural, siendo un anciano.

Prometeo Roba el fuego a Zeus para
darlo a los seres humanos, en castigo, será encadenado y un águila le comerá el
hígado cada día, pero como es inmortal, por la noche el hígado se reparará,
pero, además, Prometeo conoce el secreto de cómo será derrocado Zeus. De esta
manera, el complejo de Prometeo consiste en querer saberlo todo, y al mismo
tiempo, es una especie de Edipo intelectual, no desea poseer a la madre, sino
el conocimiento del padre. El castigo a Prometeo impuesto por el poderoso Zeus,
es una especie de castración, lo interesante es que Prometeo hace propia esa
castración, necesita estar castrado / castigado y necesita al castrador /
castigador, para vivir la repetición que es la neurosis, el guion inconsciente
de vida, el destino mediante el cual estructura el tiempo que tiene para vivir
y que muchas veces le permite reprochar a los otros, especialmente a los
padres, y de esta manera puede evitar tomar consciencia como adulto y dar una
nueva significación a la repetición, el inconsciente patalea a través de la
repetición.

Tanto Prometeo
como Sísifo, están condenados a la repetición, ambos hacen cosas en favor de los
humanos y ambos son castigados, Prometeo les da la luz del conocimiento y
Sísifo les impide morir. En ambos casos, para el ser humano de nuestro tiempo
que “vive” el mito de Prometeo o de Sísifo, la repetición permite la gestión de
un asunto "imposible" de un destino difícil, y, además, la repetición
produce placer, ¿Por qué hay placer en la repetición? Freud vio a su nieto
lanzar un juguete y luego recuperarlo: “Se fue”, “Ha vuelto”, comprendió que la
repetición genera el placer de dominar al objeto, tener bajo control las
ansiedades y la realidad, cada repetición perfecciona ese dominio. En los
niños, es evidente que la repetición produce placer, en los adultos también,
pero ríen menos que los niños. En el caso de Prometeo, hay un placer añadido,
posee un secreto: sabe cómo caerá Zeus, y prefiere mantener la neurosis, (la
repetición) antes que deshacerse del secreto. Esa repetición, ese destino, ese
juego psicológico, esa neurosis del Prometeo de nuestros días se sostiene con
la ilusión con la que se sostienen muchos juegos psicológicos: un día habrá un
ajuste de cuentas.
Sísifo vive el infierno de la repetición, nunca
concluirá nada, nunca consolidará un éxito. Si los mitos ayudan al hombre a
superar la ansiedad que se experimenta ante las cosas absurdas y difíciles del
mundo, Sísifo permite la descarga de la ansiedad que supone el trabajo inútil y
sin esperanza. Podemos decir que, todos los seres humanos tenemos nuestro
propio “Sísifo”, de hecho, lo que nos distingue a unos de otros es aquello que
repetimos, somos nuestras repeticiones, nuestras repeticiones nos definen.
Bluma Zeigarnik observó en 1923 como un camarero era
capaz de recordar fácilmente una larga lista de pedidos pendientes, y sin embargo,
difícilmente recordaba los platos que acababa de servir.
El efecto Zeigarnik define la tendencia a repetir y recordar tareas inacabadas
o interrumpidas con más facilidad que aquellas que han sido completadas. El ser
humano se ve compelido, atrapado en terminar lo inacabado, eso es la
repetición, se repite para terminar, para concluir lo inconcluso, para conectar
lo desconectado, para finalizar lo pendiente. Esta repetición es la que nos
permite comprender, la continuación y repetición de tragedias y destinos en una
familia, hay algo inacabado que se debe completar. En esa misma línea Freud
señaló que lo que no está comprendido reaparecerá inevitablemente, al igual que
un fantasma, y no descansará hasta que el misterio se hubiese resuelto y el
hechizo roto.
La repetición de Prometeo, es pasiva, es un animal que
le come el hígado y son sus propias entrañas las que renacen, en Sísifo, la
repetición es activa, es él quien tiene que empujar la piedra, en ambos casos
la repetición controla la ansiedad, le da expresión a la neurosis. Podemos
decir que la neurosis de Prometeo tiene tintes de arrogancia intelectual y la
neurosis de Sísifo, incluye un asentimiento a la realidad, mediante la cual se va
transmutando, se va petrificando, pero al mismo tiempo, la piedra (la realidad) se va “humanizando” Sísifo se va
convirtiendo en piedra y la piedra se va convirtiendo en humano.
¿Qué hacer? cada uno debe tomar conciencia serenamente
de las "repeticiones" de su vida, de sus inercias, de lo que parece
su destino, y en la medida de lo posible, ser disruptivos en la repetición,
proponerse NUEVOS actos, hábitos, compromisos e intereses, soltar el discurso con el que sostiene el mito que nos hace sufrir, para poder gestionar nuestra neurosis
y nuestras repeticiones de manera más amable y creativa. Para quien claramente está
viviendo el mito de Prometeo, debe agradecer la inmortalidad del conocimiento,
pero al mismo tiempo, debe reflexionar sobre los aspectos de su vida familiar que le llevaron a querer
arrebatar el conocimiento paterno y comprender que, quizás sea mejor empezar a
tener el propio poder y dejar al poderoso en paz.
La diferencia entre Prometeo y Sísifo, es que uno
tiene esperanza y el otro no. Prometeo sufre
porque tiene la esperanza de verse liberado en algún
momento de ese dolor; la paradoja es que de allí surge su dolor, de la esperanza.
Sísifo en cambio, se sabe perdido, sin esperanza, sin el opuesto del dolor,
sólo está él y su roca, su castigo se vuelve su compañero se vuelve parte de
él, de su rostro, hasta llegar al momento que su rostro se petrifica y la
piedra se humaniza. Este es Sísifo, el auténtico vencedor de los dioses, que le
tienen sin cuidado, pues no los ofende, ni los sepulta para después ir a
rezarles al pie de su tumba: simplemente les dice adiós. De ahí que los haya
vencido, pues, ¿cómo imaginar a los dioses sin seres inferiores que les rindan
culto, que les teman y que mediante ese temor piensen que les une un lazo de
amor?
Sísifo ha vencido porque prescinde de los dioses,
Prometeo todavía espera algo de ellos.